Ha sido el sempiterno atributo de la
oposición “venezolana” descarnada en odio la de validar todo lo
que “cae en sus manos” para usarlo de manera vil y canalla en
contra de los socialistas. Esta vez fue contra el presidente
constitucional encargado Nicolás Maduro. En las redes sociales
tronaron como de costumbre los mensajes, unos atacando inmisericorde
al candidato del PSUV, y otros defendiéndole a capa y espada. El
candidato perdedor de la oposición apátrida despotricó
difamatoriamente contra el Candidato de la Patria atribuyéndole como
siempre palabras que este no había dicho. “Por sus frutos los
conoceréis”. Todo por los voto. Nada por la ética. Muchos se
hicieron eco cual zombis de las palabras del perdedor, asumiendo como
verdad lo que no estaba confirmado. Un ciego guiando a otros ciegos.
Pero nuevamente, como cuando el asedio a la embajada de Cuba, cayó
en el hoyo, nuevamente se equivocó.
Al traste dio
con todo las declaraciones reflexivas del autor de la falsa noticia,
el periodista Isnardo Bravo. En un acto de verdadera valentía, a
sabiendas de lo esquizofrénicos que los de la oposición, reconoció,
como no lo hace el candidato opositor, que se había equivocado al
comunicar e informar que Nicolás Maduro había ofendido a los niños
especiales llamándole mongólicos. No se podía esperar menos. Por
lo menos tuvo la hidalguía, como el propio Chávez el 4f, de
reconocer y hacer público su error. Como comunicador social que es,
sabe que contra la verdad no se puede luchar. No se puede dar coces
contra el tábano. Tal vez perderá la simpatía de muchos
opositores, pero gano dignidad.
Ojala, que la oposición venezolana
pueda aprender (cosa difícil para ellos) con este periodista de
oposición lo que significa ser correcto, por lo menos públicamente.
Ojala esta oposición encandilada por el foco grueso de la Luz de
cifer aprenda a no basar su criterio sobre la base de la falacia sino
de la verdad comprobada, porque, como dijo Cristo, para poder
criticar al prójimo debe primero sacar la viga que hay en el suyo
propio. Ojala la oposición entienda (cosa obtusa para ellos) que
hay, para ellos un camino, un solo camino, el de la consecuente
rectitud.
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