Digna de aplausos ha sido
la actuación de nuestro canciller Elias Jaua. Ha hecho frente a las
patrañas del imperialismo y de sus lacayos internacionales de una
manera digna, valiente, incisiva, frontal y de un solo rostro. Todas
sus declaraciones en torno a los ataques que inmisericordemente sufre
nuestro país por parte de la ultraderecha internacional han estado
signadas por la exactitud y precisión que precisa la defensa de la
soberanía nuestro pueblo y de sus instituciones.
No es fácil enfrentarse
a esa bestia de siete cabezas que es la ultraderecha internacional
con sus hipnotizantes medios de información ( más bien medios de
deformación, mental y ética) que cizallan constantemente la
conciencia de muchos en el mundo y en Latinoamérica. No obstante, la
dignidad obliga. Venezuela ha demostrado y seguirá demostrando que
tiene una posición firme en sus principios constitucionales
soberanos en torno a sus relaciones diplomáticas con el resto del
mundo. La defensa de su pueblo y de su sistema democrático no esta
matizada por posturas pusilánimes de los oprobiosos de la cuarta
república, sino por el arrojo firme del que sabe blandir la bandera
de la verdad, de la justicia de un pueblo, el pueblo venezolano. El
canciller de la república ha hecho ver y saber que Venezuela no toma
decisiones por posiciones meramente políticas, sino que su conducta
en el marco internacional tiene un basamento ideológico más allá
de toda plutodiplomacia camaleónica de las barras y las estrellas. Y
esa ideología es Chávez. Elias lo ha demostrado. También el
presidente Maduro.
Si la ultraderecha creía
que se habrían de topar con un canciller y un presidente de la
república timoratos que no sabrían como reaccionar y responder
frente a sus provocaciones, nuevamente se estrellaron contra la
muralla. Son venezolanos. Son caribes. Son revolucionarios. Son
revolucionario que traen la extirpe, la firmeza y la fuerza de
decisión del Comandante en Jefe Hugo Chávez. Como Chávez, traen
consigo la entereza del valiente indómito. Como Chávez traen
consigo la claridad del horizonte luminoso del porvenir del país.
Como Chávez, poseen el arrojo y el ímpetu intenso que trae consigo
la fuerza más poderosa que pueda conocer el ser humano sobre la
tierra: el amor, el amor por la patria querida.
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